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Impresionantes acantilados y playas salvajes se suceden a lo largo de la franja costera de Sopela, que constituye uno de los tramos más sorprendentes del litoral vizcaíno, debido a su riqueza natural y a la belleza de su paisaje.
Esta apacible y acogedora localidad es, además, un auténtico paraíso para quienes deseen combinar deporte y ocio, pues nos permite realizar actividades tan dispares como surf, bodyboard, parapente, escalada y rutas en mountain bike.
Pero, sin duda, sus tres playas son uno de sus principales atractivos. Barinatxe o La Salvaje, de fuerte oleaje, atrae a numerosos surfistas. En un extremo, se practica el nudismo, y cada año acoge una carrera nudista internacional, muy consolidada en la villa. Arriatera-Atxabiribil es una de las más frecuentadas, rodeada de acantilados, está abierta al mar, mientras que la playa nudista de Meñakoz es quizá la más inaccesible y solitaria.
Además de sus arenales, merece la pena recorrer el paseo que se extiende desde Getxo a Sopela entre impresionantes acantilados, desde donde muchos practican deportes aéreos como el parapente o el ala delta. En el camino, descubriremos interesantes elementos como el molino de Aixerrota y el faro de Punta Galea. Cuenta también con numerosos espacios verdes, como el parque de Iturrieta, donde encontraremos el conocido estanque de La ballena.
A su innegable belleza natural, hay que sumar algunos edificios de interés arquitectónico, como la iglesia renacentista de San Pedro (siglo XVI) y su hermosa torre barroca, la ermita románica de San Andrés con detalles marineros, los caseríos del entorno (interesante muestra de la arquitectura popular) y las esculturas al aire libre que hay en el casco urbano, como la dedicada a los surfistas. Asimismo, destacan los asentamientos prehistóricos que se han hallado en las inmediaciones, entre los cuales citaremos el asentamiento de Kurtzio, uno de los más antiguos de Bizkaia.
Por último, en cuanto al apartado festivo, las principales fiestas de la localidad son las de San Pedro, en junio; las del Carmen y Santa Marina, en julio; y las de San Andrés, en noviembre.