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Conocida como el valle salado, quien se acerca por primera vez a Añana queda extrañamente impresionado al observar en su paisaje unas estructuras de madera de color blanco.
Son las salinas con sus eras, pozos, canales, sendas y almacenes. Antaño, la extracción de la sal se realizaba por evaporación de las aguas del río Muera, aprovechando las variaciones del suelo. Hoy en día, las salinas se encuentran inmersas en un proceso de restauración, para embellecer aún más el entorno. Están declaradas Monumento Nacional.
Villa monumental
Además de este manantial salino, la localidad posee el patrimonio más antiguo y documentado de Álava. Entre los monumentos más interesantes del pueblo, podemos visitar el convento de Comendadoras de San Juan de Acre y la iglesia de Santa María de Villacones, que conserva algunos elementos del siglo XIII, aunque el edificio actual es de finales del XV y principios del XVI. Asimismo, llaman la atención la Casa Palaciega de los Ozpinas, que mantiene su carácter medieval, y el Palacio de los Herrán que, situado en la parte más alta de la calle La Carrera, es un ejemplo barroco mandado a construir a finales del siglo XVII.
Además, Añana cuenta con una agenda festiva de lo más extensa en la que sobresalen dos citas: la Quema de Judas, en Semana Santa, y la fiesta del Rosario, que tiene lugar el primer fin de semana de octubre.